sábado, 28 de mayo de 2011

EL ESTADO REPARADOR.

Generaciones de argentinos hemos venido repitiendo "el Estado somos todos", mientras naturalizábamos la creciente exclusión de compatriotas. La dirigencia responsable de la formación del Estado nacional fue la misma que impuso el paradigma segregador.
Las primeras presidencias liberales de Mitre, Sarmiento y Avellaneda deploraban a cualquier grupo étnico diferente de su proyecto eurófilo. De esa manera emprendieron un verdadero plan de exterminio y sustitución poblacional. Al tiempo que fomentaban la inmigración europea nórdica (que no ocurrió) alentaban campañas genocidas "al desierto" contra el aborigen, al interior "bárbaro" contra el mestizo y la vergonzante guerra del Paraguay en la que fue casi exterminada la población negra del Río de la Plata.

Es relativamente sencillo observar el desarrollo histórico de los sectores sociales en la Argentina. Por ejemplo el gaucho, mestizo, hijo de soldado raso español y madre aborigen (la unión inversa era muy rara) fue el excluido por excelencia del siglo XIX: tan rechazado en la ciudad como en la toldería a causa de su mixtura sanguínea. Los hijos de Fierro, expulsados a la frontera primero y acorralados por los alambres del latifundio después. Esos cabezas negras que nacían condenados a ser carne de peonada o de calabozo, el "vago malentretenido" que ya en el siglo XX seguía marginado en los suburbios, abandonando la tapera aislada en la pampa por la casilla de la "villa miseria", pero conservando sus rasgos ancestrales de morocha amargura. Así, tanto la condición de gran terrateniente como la de gaucho perseguido fue, en gran parte, creación del propio Estado.

Esta histórica y visceral situación de injusticia social promovida desde el Estado, también debe ser reparada por el Estado. El Estado reparador tiende a la ampliación de derechos. La lucha de la U.C.R. en sus orígenes a fines del siglo XIX, reivindicando una mayor participación en la vida política, se inscribe en esa línea de acción nacional y popular. El surgimiento del peronismo a mediados del siglo XX, del mismo modo, vino a ampliar la extensión de derechos económicos y sociales. Pero los privilegiados nunca dieron tregua, las oligarquías incapaces de ser gobierno por medio del sufragio en elecciones limpias, recurrían a sus guardias pretorianas cómplices en el delito de sedición y en las dictaduras cívico militares.


Hoy es evidente una nueva acción reparadora, histórica, por parte del Estado argentino. Por supuesto, y necesariamente, emprendida desde la voluntad política del gobierno. Pero este nuevo proyecto de ampliación de derechos enfrenta una lucha desigual contra los "poderes de facto" engendrados y amamantados por las dictaduras, como tolerados hasta la simbiosis por la democracia de baja intensidad que hizo crisis, junto al neoliberalismo, en los años 2001 y 2002. Los beneficiarios de la Argentina agroexportadora, de la patria financiera y los monopolios que concentran la riqueza y la información, no están dispuestos a resignar sus posiciones de poder frente a un gobierno que lo asume con la intención de profundizar este nuevo paradigma de Estado reparador, con todas sus dificultades y errores.

Ni más ni menos, aquello definiremos con nuestro voto durante este 2011: LA FUNCIÓN DEL ESTADO. Por eso el nivel de discusión es máximo y será virulento hasta octubre. Hemos llegado a la médula del antagonismo histórico y seremos protagonistas del diseño social de la patria del tricentenario. Consolidamos un Estado reparador o volvemos al Estado bobo que permitió y fomentó el privilegio, al tiempo que excluía compatriotas y ponía a la Argentina en una situación de desventajosa asimetría frente al mundo. Por eso no se trata de partidos políticos sino de proyectos de país. En tus oídos sonarán campanas y clarines porque tu voto, ahora, TIENE IMPORTANCIA. Ojalá elijamos de manera tal que, en el futuro, podamos asegurar "EL ESTADO SOMOS TODOS" sin sentirnos parte de una sociedad hipócrita.

martes, 17 de mayo de 2011

25 de mayo 2011: HACIA EL TRICENTENARIO.

Si no contribuyera a mejorar y actualizar la reflexión, la Historia sería un mero divertimento intelectual. En este sentido, la emancipación conquistada en mayo de 1810 tiene mucho para enseñarnos.


El pensador alemán Georg Hegel elaboró una interesante sistematización de la historia, según la cual el devenir humano ocurría como consecuencia de una incesante dialéctica. A una situación impuesta, a la que llamaremos "tesis", siempre se opondrá una "antítesis", es decir una resistencia. Del enfrentamiento dialéctico entre ambas resultará una "síntesis", esto es: una nueva situación impuesta que generará sus propias resistencias. Y así, indefinidamente, se va contruyendo la historia.



La emancipación de mayo de 1810 se inscribe en la resistencia al colonialismo y al despotismo de la monarquía española. A su vez, tendemos a idealizar los hechos de mayo de 1810, tal vez por exceso de Billiken e Historia tradicional. No se trató de una situación festiva con reparto de escarapelas. La llamada "Revolución de Mayo" generó grandes resistencias, especialmente en el interior del territorio virreinal. Así, la guerra por la independencia fue cruenta y extensa, librada no entre criollos y españoles, sino entre patriotas y realistas. Hubo criollos y españoles en ambos lados.



Lo cierto es que aquel 25 de mayo de 1810 fue el primer paso hacia la libertad declarada seis años más tarde. A partir de ese momento se abrió un sinuoso camino de intereses e ideas encontradas. Los que entendían al país bajo un inevitable destino colonial se enfrentaban a quienes soñaban con una patria soberana. De ese modo transcurrieron los primeros cien años de nuestra patria entre antagonismos y sangrientas guerras civiles.



Mayo de 1910 no fue menos conflictivo y las celebraciones del primer centenario ocurrieron entre violentas protestas populares y represión gubernamental. La situación impuesta era "el Régimen": una serie de gobiernos oligárquicos que organizaron política, social y económicamente al país en beneficio exclusivo de sus intereses terratenientes concentrados. La resistencia la lideró la Unión Cívica Radical con su reivindicación ampliatoria de la participación social en la vida política del país. El triunfo radical llegó con la Reforma Electoral "Sáenz Peña" de 1912, que consagró el voto universal, secreto y obligatorio (que aún excluía a la mujer del sufragio).




A partir de allí, la oligarquía agroexportadora no se resignará a la pérdida del poder y se va a expresar, casi siempre, por medio de los Golpes de Estado, es decir: POR EL DELITO DE SEDICIÓN que puso fin a muchos gobiernos democráticos, especialmente los que proponían las reivindicaciones más populares. Esto ocurrió desde 1930 y a lo largo del siglo XX hasta el más corrupto y homicida que dio inicio a la dictadura cívico militar de 1976/83. La "baja intensidad" de la democracia recuperada nos condujo, luego, a la casi disolución nacional en 2001/2002.




Mayo de 2010, el bicentenario, nos encontró ante una situación muy diferente: la democracia más consolidada y grandes festejos populares, no exentos de grandes resistencias políticas y mediáticas. Estos son datos de la más estricta realidad. Por lo demás, y por tratarse de hechos tan recientes, dejemos la descripción y el juicio a la opinión de cada lector con sus distintas cosmovisiones. Pero, para terminar, un llamado a la consciencia colectiva: este 25 de mayo de 2011 habremos dado el primer paso al tricentenario. Es muy improbable que alguno de nosotros llegue al cumple número trescientos de la patria. En cambio, sí es seguro que todos seremos constructores del próximo siglo. El desafío será continuar con la ampliación de los derechos, en una democracia más inclusiva, integral y abarcativa.

jueves, 28 de abril de 2011

La función del Estado. Tercera parte: EL LIBERALISMO ECONÓMICO Y EL ESTADO BOBO.

No se crea que el liberalismo económico originario fuese tan indefendible como el neoliberalismo actual. El escocés Adam Smith, padre de aquella teoría, proponía liberar a las fuerzas del trabajo humano de toda traba que impidiese su desarrollo, incluso de las que imponía el Estado. De ahí a la afirmación que el Estado es un inválido impedido para intervenir en la economía de un país, existe un océano de deformaciones que corren por cuenta de la progenie contemporánea, menos lúcida y más interesada, del liberalismo clásico.

Disculpas por la digresión autoreferencial: con muy poca edad, diez u once años, no entendía que los encargados de administrar el Estado se confesaran inútiles para ejercer esa función. Ministros como Alsogaray o Vasena aseguraban que el Estado no debía intervenir en la economía. Y yo, con mis once añitos me preguntaba ¿cómo puede el Estado administrar sin intervenir en la economía? Por supuesto, todavía no había oido (porque estaba proscripto) a Perón decir que "el Estado siempre interviene", la diferencia está en que lo hace en favor de intereses monopólicos o en favor del colectivo social.
Lo cierto es que desde la presidencia de Bartolomé Mitre (1862/68) en adelante, por hablar sólo del marco constitucional y salvo honrosas excepciones, hemos permanecido sumergidos en el liberalismo económico, por imposición de intereses internos y externos. Sus características principales fueron:



  • Economía agroexportadora y todo el esfuerzo nacional para solventar la producción agrícola y ganadera.


  • Libre importación de productos elaborados y plenos beneficios financieros para los importadores.


  • Libertad de precios entre el comercio y el consumo, y libre contratación entre patrones y trabajadores.


  • La ley de la oferta y la demanda como única reguladora de la economía.


  • Por supuesto, las consecuencias no podían ser otras que:




  • Inequidad absoluta en la distribución del ingreso: agroexportadores e importadores de manufactura enriquecidos súbitamente y para siempre.


  • Quiebra de la industria nacional, desempleo y caída del precio de los salarios (por la misma ley de oferta y demanda).


  • Balanzas comerciales siempre deficitarias.


  • Inexistencia de reservas en el B.C.R.A, esto es: el activo de la nación (la "caja" según los mismos liberales incapaces de producir esos recursos).


  • Por lo tanto: endeudamiento interno y externo por parte del Estado.



  • Desersión del Estado en sus mínimas responsabilidades: salud, educación, vivienda, seguridad y obra pública.



  • Eso sí, los promotores del liberalismo económico exigen la intervención del Estado para garantizar ganancias y financiar las pérdidas de la actividad privada. Por ejemplo: el servicio ferroviario privatizado en los '90 tiene una ganancia garantizada que obliga al Estado a cubrir el margen establecido por los funcionarios que lo estafaron. Otro: cuando las A.F.J.P. señoreaban las jubilaciones en la Argentina, existía un mínimo universal que debía cumplimentar el Estado cuando las aseguradoras privadas no lo alcanzaban (siempre). ESTO ES EL ESTADO BOBO, el Estado del liberalismo económico en países que no han logrado el autoabastecimiento. Estados que financian a sus oligarquías, cuyos funcionarios son parte de esas OLIGARQUÍAS y renuncian a cumplir su obligación: GESTIONAR HONESTAMENTE AL ESTADO. Y por último, amigo lector, el Estado somos nosotros: usted, el funcionario, yo y nuestros hijos.











    sábado, 23 de abril de 2011

    LA FUNCIÓN DEL ESTADO. Segunda parte: GOBIERNOS Y TEORÍAS.

    Conceptualmente nos esforzamos por establecer la diferencia entre "Estado" y "gobierno". Mientras que al primero lo constituimos todos, el gobierno es su circunstancial administrador. Sin embargo la gestión de éste último será definitiva y definitoria para la morfología estatal. Y es en este punto donde adquieren un rol protagónico las teorías políticas y económicas. Por su parte, ellas no son más ni menos que eso: teorías. Ni buenas ni malas..., tan sólo herramientas, que si se las utiliza en el momento y el sitio oportunos, serán eficientes o no.



    En aquel sentido y a modo de ejemplo, el caso de EE.UU es paradigmático. Al independizarse de Gran Bretaña, los dirigentes yanquis manifestaron un pragmatismo admirable. Supieron adoptar y adaptar las distintas teorías de su tiempo a las diferentes necesidades de su historia. Al principio (mediados del siglo XVIII y gran parte del XIX) supieron del intervencionismo estatal proteccionista que les permitió crear un poderoso mercado interno agrícola al tiempo que sustituían importaciones al amparo de fuertes barreras aduaneras. De ese modo combinaban la teoría mercantilista de Jean Colbert con la fisiocracia de Francisco Quesnay. Luego, a principios del siglo XX, logrado el autoabastecimiento, no dudaron en aplicar e imponer fuera de sus fronteras un liberalismo económico que les permitió exportar sus remanentes e importar sólo aquellos productos que conseguían en el exterior a menor precio que "en casa".




    En las antípodas de aquel soberano antidogmatismo norteamericano, latinoamérica en general y particularmente Argentina fueron territorios de imposición. Casi toda nuestra historia política y económica fue colonial, aún después de 1816. El monopolio comercial español de los siglos XVI, XVII y XVIII, la División Internacional del Trabajo propuesta por Inglaterra en el siglo XIX y la sumisión al capitalismo financiero y monopólico, más recientes, son la síntesis del sometimiento. Esto es: LA IMPOSIBILIDAD DE ADOPTAR LAS TEORÍAS MÁS ADECUADAS A NUESTRAS NECESIDADES, sino todo lo contrario: aceptar las más convenientes a las metrópolis y a las oligarquías locales de turno. Con el paso de los siglos, la colonización se hizo más sutil: primero se impuso por la conquista, luego, colonizadas las mentes, sólo fue una simbiosis entre las potencias dominantes y las dirigencias vernáculas. La última imposición inconveniente que padeció la región fue la teoría del LIBERALISMO ECONÓMICO en el contexto del sistema organizacional capitalista. ASÍ EL ESTADO TOMA LA FORMA QUE LE DA EL GOBIERNO A PARTIR DE LAS TEORÍAS QUE ADOPTA. En la próxima entrada veremos cómo y por qué.

    lunes, 18 de abril de 2011

    LA FUNCIÓN DEL ESTADO. PRIMERA PARTE.













    Es probable que el núcleo de la discusión en las elecciones de octubre de 2o11, en Argentina, esté referido al rol que cumpla el Estado en los próximos cuatro años. Pero ¿Qué son los Estados? Más o menos consolidados, más o menos autoritarios, más o menos abarcativos, más o menos eficientes o más o menos bobos; han constituido siempre el centro de la organización social. En esta primera entrada va una semblanza del proceso estatal desde su génesis.


    El Estado se origina en la misma naturaleza gregaria del ser humano. Para nuestros primitivos antepasados la supervivencia dependía, en gran parte, del sentido comunitario y de asociación. Entre los miembros del clan primario de hecho, pero también con otros grupos cuando la cacería requería de una mayor cantidad de individuos para enfrentar el peligro que significaban las manadas de grandes animales. La organización estatal era una necesidad.


    Aquella incipiente, pero vital, presencia del Estado expresa el núcleo sustantivo del fenómeno en su máxima pureza: la urgencia de la acción colectiva que hace posible la supervivencia del grupo y de cada uno de sus integrantes. Luego, las primeras agrupaciones prehistóricas consolidaron su sedentarismo a partir de la producción agrícola: crecieron las poblaciones, diversificaron sus actividades y se asentaron en aldeas con relaciones mucho más complejas.


    Pero las complicaciones burocráticas de la organización estatal harán sentir su rigor sobre las comunidades de los primeros imperios: Egipto, Mesopotamia, también China e India, a orillas de los grandes ríos euroasiáticos. Y mucho más próximo a occidente, promediando el final la Edad antigua, el imperio romano. Aquí el Estado ya era un garantizador de privilegios (claro, de los grupos dominantes de la sociedad).


    A pesar de tanta historia, los Estados modernos son construcciones de los últimos quinientos años. Van tomando forma en la Europa del siglo XV bajo el contexto político, social y económico de las "naciones" que emergían como respuesta al colapso del sistema feudal. Estos Estados modernos significarán, en un principio, el resurgir de la monarquía en base a la acuñación de UNA moneda, la obediencia a UNA ley, el servicio de todos a UN ejército y el reconocimiento internacional a UNA diplomacia. Estos cuatro elementos unidos conducirán a la MONARQUÍA ABSOLUTA.


    Por su parte, la fragmentación política y territorial que supondrán las nuevas naciones serán apenas superadoras del sistema feudal y a un costo altísimo para la humanidad: guerras interminables por la definición de las fronteras y, a muy grandes rasgos, la conformación de bloques hegemónicos que conducirán a conflagraciones tan abarcativas como la primera y segunda "guerras mundiales".


    Pero, tal vez, el ingrediente más conflictivo de la organización estatal nacional contemporánea ha sido su marco interno. La consolidación del capitalismo en el siglo XVIII y el surgimiento del socialismo en el XIX como respuesta a los terribles desajustes sociales provocados por aquel, han sido la causa principal de los enfrentamientos internos que han perjudicado la convivencia en los actuales Estados. Productos de esa dialéctica, las naciones occidentales contemporáneas han padecido, y padecen, profundas divergencias acerca del modelo estatal que configurará su organización. Las propuestas de los siglos XX y lo que va del XXI son muy claras y definidas, para el mundo, latinoamérica y la Argentina.



    En próximas entradas veremos las más representativas.

    miércoles, 13 de abril de 2011

    UNA PIZCA DE AUTOESTIMA COLECTIVA (Y LA ANULACIÓN DE LA LEY DE CADUCIDAD EN URUGUAY).


    La oligarquía no es un fenómeno social argentino. Me permito esta primera perogrullada porque nuestra baja autoestima colectiva, últimamente, tiende a creer que las mayores calamidades de la humanidad son de exclusiva industria nacional.

    Pues no, las minorías privilegiadas tienen origen en los albores más remotos de la civilización occidental. Al comenzar el primer milenio antes de Cristo las comunidades mediterráneas volvían a reagruparse tras siglos muy turbulentos de invasiones y movimientos migratorios generalizados.

    En aquel contexto los clanes paternalistas se nucleaban en torno al basileus (primitivo rey en Grecia) que, generalmente, era el ancestro vivo más lejano del grupo. En principio, todos reconocían la filiación y la obediencia. Tratándose de un contexto agrícola, las luchas por la posesión de la tierra fueron la causa de la construcción de murallas defensivas alrededor de los poblados. Pero las comunidades seguían creciendo y, al tiempo que se diluía la relación parental, los que quedaban fuera del límite de las murallas eran la mayoría. Con los siglos el recinto amurallado se convirtió en "palacio", los parientes cercanos del rey (dentro del recinto) en nobles y los parientes lejanos, exta muros, pasaron a ser "plebeyos". Con diferentes nombres, pero con similares características genéricas, las sociedades de occidente se organizaron así. Incluso, a pesar del océano, algunos pueblos originarios de América conocieron formas análogas.

    Aristócratas, patricios o nobles; las oligarquías siempre entendieron a la "nación" del mismo modo: una propiedad paternal. Todo estaba en Orden mientra los "extra muro" se mantuvieran en sus posiciones de "subordinación y valor". Sin embargo, ni bien el status quo era alterado en lo mínimo, hacían caer todo el peso de su poder sobre los indecentes revoltosos.

    En este punto agregaré otra perogrullada: LAS REPRESIONES GENOCIDAS a los intentos reparadores del pueblo tampoco son un fenómeno exclusivamente argentino. Pero aquí viene la originalidad, la pizca de irrenunciable autoestima colectiva: SOMOS EL PRIMER PUEBLO, EN LA HISTORIA DE OCCIDENTE, QUE CASTIGA A SUS GENOCIDAS POR MEDIO DE LA JUSTICIA. Es cierto, todavía faltan los responsables del genocidio económico y todos los cómplices civiles de la última dictadura, es decir, los señorones agroexportadores de la OLIGARQUÍA vernácula. Por lo tanto y por lo pronto, sigamos manifestando para que se extiendan los juicios, al tiempo que brindamos por el ejemplo que también se extiende con la SUPRESIÓN DE LA LEY DE CADUCIDAD en el querido paisito hermano de Uruguay.

    martes, 29 de marzo de 2011

    GUERRA DE MALVINAS: HÉROES Y MISERABLES

    Los trabajadores de la Historia aseguramos que es imprescindible conocer al pasado para comprender el presente. Efemérides como las del 24 de marzo y el 2 de abril no sólo lo explican sino que lo impactan de manera directa. Esta proximidad es causa de un alto nivel de controversia alrededor de aquellos hechos. Sin embargo, existen algunos conceptos básicos que permanecen fuera de cualquier discusión, entre ellos: 1) Las Malvinas fueron, son y serán argentinas por legado histórico, situación geográfica y derecho jurídico internacional. 2)La improvisación irresponsable y homicida de los jerarcas argentinos que condujeron las acciones en aquella guerra. 3) La gratitud constante que debemos sentir hacia esos hombres, especialmente los soldados que ofrendaron sus vidas por la recuperación del archipiélago (por cada oficial murieron dos suboficiales y nueve conscriptos) sin saber que comenzaban a recuperar la democracia..


    Para comprender cabalmente aquellos hechos, deberemos echar un vistazo a la Argentina y al mundo de 1982. Por cierto, ambos eran muy diferentes a los actuales. En nuestro país la dictadura cívico militar acababa de cumplir seis años y se desmoronaba bajo el peso de sus crímenes. Los dictadores no habían dejado delito sin cometer, desde el robo común hasta la lesa humanidad del genocidio. Por esta razón necesitaban conservarse en el poder, y para ello urgía un golpe de efecto que les devolviera prestigio frente a la población. El día 30 de marzo de aquel año, horas antes del desembarco en Malvinas, los argentinos nos manifestamos bajo la consigna de "paz, pan y trabajo" en contra de la dictadura. La represión fue terrible y en Mendoza fue asesinado el obrero José Benedicto Ortíz por la Gendarmería. El 2 de abril amanecimos con la noticia de la recuperación de las islas.


    En el mundo, mientras tanto, se definía la bipolaridad de la Guerra Fría. Dos bloques ideológicos disputaban la hegemonía global. Por un lado la U.R.S.S., que nucleaba en el "Pacto de Varsovia" a los países que dependían del comunismo soviético. Por el otro E.E.U.U. y su principal socio, Inglaterra, lideraban a la "O.T.A.N." que hacía lo propio con las naciones capitalistas. Latinoamérica quedaba incluida en este último bloque, pero por ser considerada "tercer mundo" era reducida a una custodia especial: la Doctrina de Seguridad Nacional, en rigor de la cual fueron impuestas las dictaduras en toda la región. Éstas, a su vez, se asociaban en el macabro Plan Cóndor para la persecución, tortura y muerte de cualquier opositor al sistema. De tal modo, cuando la Argentina desembarcó en Malvinas no le estaba declarando la guerra a Gran Bretaña, sino a todo el bloque que integraba hasta ese momento. Esto explica muchas circunstancias, por ejemplo, el apoyo que brindaron algunas dictaduras latinoamericanas a la flota inglesa. El unilateralmente desalineado era Argentina, e Inglaterra no iba a permitir que "un país de morondanga", así nos llamó Margaret Tatcher (primer ministra inglesa), le arrebatara un punto tan estratégico a la O.T.A.N. (en la hipótesis de conflicto mundial, desde las Malvinas se controla el Atlántico Sur). Además, el bloque capitalista no podía exhibir esa imagen de vulnerabilidad frente a su contrincante hegemónico, la U.R.S.S. En ese marco, todo el aparato logístico norteamericano fue puesto a disposición de los británicos: cuando el submarino Conqueror hundió al ARA General Belgrano, un satélite estadounidense le había proporcionado la posición del barco argentino.


    Para agregar más gloria a nuestros soldados y más condena a los jerarcas de la dictadura cívico militar, podemos afirmar que nuestros chicos iban pésimamente pertrechados y con armas obsoletas, cuando no inservibles. Todo esto prueba las oscuras intenciones de los dictadores al intentar tan improvisada recuperación del territorio austral. Era impensable que los ingleses no contra atacaran apoyados por el bloque de la O.T.A.N. Pero lo peor, entre los seiscientos cincuenta y cuatro compatriotas muertos, a muchos de ellos no los mataron las armas enemigas sino el frío, el hambre y las torturas que les provocaron sus propios superiores.


    Es mucho lo que no dimensionamos y lo que falta discutir acerca de estos hechos recientes de nuestra historia. Aunque un ex periodista, actualmente al servicio de los medios monopólicos, declare ofuscado: "ya me tienen harto con la dictadura".